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lunes, 4 de noviembre de 2013

El Miedo

*Este es un extracto de Las Leyes Espirituales de Vicent Guillem  (Doctor en Ciencias Químicas, Investiga sobre la predisposición genética al cáncer en el Hospital Clínico Universitario de Valencia).

Un interesante fragmento de la conversación que tiene con uno de sus guías espirituales durante uno de sus viajes astrales.
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El miedo es un sentimiento de inquietud, turbación y desasosiego, provocado por la percepción de un peligro, una amenaza que puede ser real o ficticia, contra uno mismo o contra alguien querido.

Quiere esto decir, que el miedo hiperexcita la mente para que, a partir de situaciones reales, cree 
situaciones imaginarias en las que aparezca una amenaza que sólo existe en la imaginación, pero que la persona acaba creyendo que es real.

El miedo es uno de los sentimientos más perniciosos para el avance del espíritu, porque impide que se manifieste tal y conforme es.

No todos los miedos son iguales.
En general, los miedos hacen que el espíritu se reprima, se inhiba de actuar conforme siente, incluso reprima totalmente sus sentimientos, ahogándolos. Por ello se estanca.

¿Miedo a qué, exactamente?
El miedo más común es el miedo a la reacción negativa de los demás contra uno mismo. Variantes de miedos que entrarían dentro de esta definición serían el miedo a no ser querido, a no ser comprendido, a ser rechazado, a ser despreciado, miedo a la soledad. Como digo, el temor a la reacción negativa de los demás contra uno mismo alimenta a su vez el miedo a manifestarse uno tal y conforme es.
La persona que se deja llevar por este miedo acaba por amoldarse a una forma de ser que no es la suya, sino que es la que los demás quieren que sea. Los demás pueden ser personas cercanas, queridas por la persona o al menos personas de las que el espíritu espera cariño, generalmente de la familia (madres, padres, hermanos, pareja, etc), pero también se puede extender en general a cualquier relación humana.

Otros miedos que no entrarían en la definición anterior serían el miedo a lo desconocido, el miedo a la muerte, y el miedo al sufrimiento (físico o psíquico). El miedo a lo desconocido genera inseguridad porque en lo desconocido uno siempre imagina grandes amenazas y peligros. El miedo a la muerte es en realidad un miedo a lo desconocido, miedo a lo desconocido que pueda venir después de la muerte o a que lo que venga después de la muerte sea lo peor, la nada.
Hay todavía un miedo más, el gran miedo del ser humano, que merece una mención especial, y del cual derivan el resto de miedos, y es el miedo a conocerse a uno mismo, el miedo a descubrir cómo somos realmente, con nuestros defectos y nuestras virtudes.

Tenemos miedo a descubrir nuestros defectos. Creemos erróneamente que si tomamos conciencia de nuestros defectos sufriremos más, porque tenemos grandes problemas en admitir el egoísmo propio, y la mayoría de nuestros males provienen de ese egoísmo.  Y para desprenderse del egoísmo hay que tomar conciencia, primero, de que lo tenemos y segundo, de cómo se manifiesta. No hay que tener miedo de admitirlo, porque todos lo tenemos y estamos en un punto u otro de ese camino de desprendimiento del egoísmo. Pero si, por miedo a conocernos, camuflamos nuestro egoísmo durante mucho tiempo, nos estancaremos y sufriremos mucho más.

También tenemos miedo a descubrir nuestras virtudes o manifestaciones del amor, como el sentimiento, la sensibilidad, la humildad, la ternura, la compasión y el altruismo porque tenemos miedo de sufrir, de que nos hagan daño, de que se aprovechen de nosotros, si las ponemos en práctica. Si a pesar de todo, luchamos por ser nosotros mismos, por despertar nuestro yo amoroso, la felicidad del interior será tan fuerte que podrá con todos los sufrimientos y todos los ataques que podamos recibir del exterior. 

¿Qué consecuencias concretas tiene el miedo respecto a la evolución del espíritu?
La consecuencia más nefasta del miedo es que el espíritu se inhibe de manifestarse tal y conforme es, de actuar conforme siente. Cuando una persona no es ella misma, no puede progresar espiritualmente, ya que su voluntad está aprisionada. No toma decisiones libremente, sino siempre atenazada por el miedo. El miedo decide por ella. No se atreve a afrontar ninguna circunstancia que le pueda ser útil en su evolución espiritual, porque el miedo le hace creer que no va a poder superarla.

El miedo es el sentimiento a través del cual los poderosos de la Tierra manipulan a la humanidad y la mantienen en un estado de estancamiento espiritual, creando una amenaza, un enemigo imaginario, detrás de todos aquellos retos espirituales que el ser humano quiera emprender, haciendo renunciar a la gente a ellos a cambio de una falsa seguridad que ellos dicen aportar. Y es que ellos también tienen miedo. Miedo a que, por el despertar de la espiritualidad, del amor y la fraternidad humanas, sus abusos sean descubiertos, sus crímenes sean juzgados y condenados, y se vean desposeídos de sus privilegios, de toda su riqueza y su poder conquistado a base de engañar, oprimir y explotar al resto de seres humanos.

Por ejemplo, generan el miedo a todos aquellos movimientos en pro de la fraternidad humana universal, inventando un poder ultramaléfico que se aprovechará de su ingenuidad para crear un régimen de terror.
Generan el miedo a la implantación de sistemas políticos y económicos más justos basados en la solidaridad y la cooperación por el bien de la humanidad entera, augurando que tras ellos vendrá el caos, la anarquía, el desorden y la debacle económica. Presagian que la libertad traerá el libertinaje, que el libre pensamiento traerá ideas perniciosas, que el libre sentimiento traerá el vicio, la perversión, la inmoralidad.

Tienen miedo de que la humanidad terrestre descubra que existen humanidades en otros planetas que viven en el amor, y que tomen ejemplo de ellas. Por ello ocultan cualquier evidencia de vida extraterrestre y fomentan el miedo al contacto con seres de otros mundos a través de películas en las que se hace ver que los extraterrestres son seres con apariencia abominable (insectos, reptiles, virus) que se meten dentro de los humanos y que tienen la intención de destruir la humanidad. Tienen miedo a que el ser humano descubra su inmortalidad, y el propósito de la vida, que es el mejoramiento espiritual a través descubrimiento del amor, y comience a trabajar por ello. Por ello niegan cualquier evidencia de la existencia de la vida más allá de la muerte, amparándose en los dogmas de una ciencia materialista y, al mismo tiempo, fomentan el miedo a profundizar en lo que ocurre más allá de la muerte física y al contacto con el mundo espiritual, a través de películas en las que toda la vida después de la muerte aparece como algo espantoso, a través de la creación de personajes terroríficos como fantasmas, demonios, vampiros y zombis sedientos de sangre, que se apoderan de las almas de los vivos para atormentarlos.

Al servicio de todo ello, una industria del miedo (cine y televisión), que se encarga de que las más perversas amenazas se transformen en imágenes que sean vistas por casi todo el mundo, para que penetren en la mente de todo ser humano y se conviertan en una realidad en ella. El 90% de todas las películas tiene como temática la promoción del miedo a través de alguna de sus formas, encarnado en la figura de seres perversos de todo tipo: terroristas, asesinos en serie, violadores, narcotraficantes, invasores extraterrestres, muertos vivientes y psicópatas de todas las gamas y colores, de modo que se hiperexcita así la imaginación de niños y mayores para que un montón más de miedos foráneos se añadan a los propios miedos de cada uno.

¿Cómo superar el miedo?
Con conciencia y valentía. Primero hay que tomar conciencia de que se tiene miedo y a qué se tiene miedo. Si los analizamos en profundidad, encontraremos que una parte de estos miedos son infundados y no se corresponden con ninguna amenaza real o, al menos, la amenaza no es tan fuerte como nosotros creemos. Los miedos que están fundados en alguna amenaza real se superan enfrentándose con valor a las situaciones y circunstancias que nos activan ese miedo, intentado no dejarse llevar por él a la hora de tomar decisiones. Preguntémonos
“¿qué decisión tomaría si no tuviera miedo, si fuera totalmente libre para decidir respecto a lo que siento?” Pues esa es la decisión acertada y la que hay que tomar. 

No hay nada malo en verse a uno mismo tal y conforme es, con sus virtudes y sus defectos. . Admitamos que estamos en proceso de mejoramiento y así no sufriremos decepciones cuando descubramos algo de nosotros mismos que no nos gusta. Aunque el sacar a la luz nuestros trapos sucios, el tomar conciencia de nuestros propios defectos, puede ser inicialmente doloroso o desagradable, merece la pena, porque es el primer paso en el camino de la progresión espiritual y es imprescindible para conseguir tanto la eliminación del egoísmo como el desarrollo del sentimiento. No tengamos miedo a los sentimientos, a manifestarlos, a expresarlos, ni a sentirnos felices cuando lo hacemos.
 Ya es suficiente con tener miedo de lo malo para que encima tengamos miedo de lo bueno.


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